No sé si habrás escuchado -yo bastantes veces- algo como eso de la depresión no es una enfermedad. Qué perecita.
La etiqueta de enfermedad a "eso de la depresión", es lo que, en realidad, menos importa. Cómo lo llamamos es el debate más absurdo que podemos tener. Porque la realidad es que eso, la enfermedad, el trastorno, la tristeza, la tontería de sociedades desarrolladas –como he llegado a oír–, llámalo equis; La depresión mata gente.
Y no sólo por defenestración, no sólo por hemorragia autoprovocada, no sólo por sobredosis de un fármaco deliberadamente autoadministrado.
Yo he visto cómo una persona, una que no se movía del sofá en todo el día, ni gastaba calorías más que para lo imprescindible, alimentada a base de comida rica de mamá y un bote de nocilla diario, perdía peso hasta quedarse en un índice de masa corporal de 15, a punto del ingreso por desnutrición sin ninguna otra patología más que esa tristeza y desesperanza infinita.
Una persona que siempre había sido fuerte, la fuerte, se había sentido capaz de afrontar cualquier cosa y ayudar a quien lo pasaba mal ahora estaba “del otro lado” como ella decía.
La depresión no entiende de fortaleza y esta mujer fuerte se estaba muriendo y lo hubiera hecho de no haber aceptado ayuda.
Y sí, también los suicidios matan. Incluso los que algunas personas insensibles califican de llamadas de atención. Yo no quiero que un ser para mí querido necesite tentar a la muerte para recibir mi atención. Porque hace falta estar sufriendo mucho para llegar a este punto y porque puede fallar el cálculo y suicidarse.
Así que dime tantas veces como necesites escucharte decirlo, que la depresión no es una enfermedad y tantas veces desearé que no tengas que cambiar nunca de opinión.